jueves, 25 de diciembre de 2008

Liberación. 5ª parte.

(Por P. M.) Dionisio era el único de toda la pandilla que, más o menos, podía definirse como "ser humano". Dionisio siempre había querido tener un hermano mayor que escuchase sus problemas, que le llevase al cine, que le pegase palizas, y el hecho de que este sueño nunca se hiciera realidad marcó su vida para siempre. Él era uno de los pocos que creían en el hombre, más que en Rappel. Su filosofía de la vida era hasta cierto punto escabrosa y refinada, otorgando libertad a los ciudadanos y ciudadanías a los libertarios. A pesar de que Dionisio no hablaba francés, consiguió un cargo de profesor de dicha lengua en la escuela universitaria de Conejilla. Era todo un burgués amanerado, profundamente interesado en la complejidad de la mente humana y en la cría de animales de granja. Tenía una gran afición por los animales, de hecho los amaba hasta tal punto que dejó su puesto en la sociedad humana y se transformó en uno de ellos. A partir de entonces fue un águila. Un águila para los negocios, un águila para el dinero, un águila para los ratones. Pero la vida del águila era demasiado arrastrada para él, que era un boxeador nato, y decidió mutarse en un tucán de provincias. Dionisio sabía mucho de papeles, de enmiendas y suplicatorios y por fin pudo darle un sentido cabal a su vida. Sin embargo, no quería pasarse el resto de su vida trapicheando, así que determinó evaporarse, homogeneizarse y, en último término, fosilizarse. La súbita desaparición de Dionisio ocasionó graves trastornos a sus amigos de la pandilla, a los que adeudaba cientos de rupias. Sólo Andrés comprendió lo que este hecho significaba realmente: nunca podría comprarse una bicicleta para el verano ni cantar alegre como las comadres de Windsor. Pero, cierto día brumoso de Enero en el que una fina lluvia empañaba los parabrisas de los coches aparcados en línea amarilla, Dionisio reapareció. Dionisio no estrechó la mano a nadie y a nadie dio palmetadas en el hombro al salir de la ducha. Era manco. Y sólo llegó a ser feliz entre las piedras.

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