sábado, 4 de julio de 2009

Liberación. La liberación.


(Por P.M.) Era tan pobre en la vida que en realidad nada era. Por no tener, no tenía ni vídeo. ¡Desgraciado! ¡Ingrato! Y todo lo que había hecho, todo lo que había sido, todo lo que había regurgitado se reducía a una cosa: piñas. ¡Mira que le gustaban las piñas a este muchacho! Todos los años bisiestos su padre le llevaba al pinar, a cazar piñas. Cazar piñas es un arte ingenuo, inocente y aún puro. No todo el mundo puede cazar piñas. Su padre le enseñó que es preciso tener buena vista y buen olfato, pues no todas las piñas tienen piñones, como no todos los diccionarios tienen Correas. Asimismo, las piñas que cuelgan de las ramas más bajas son rencorosas; las de las más altas son traicioneras; y en las ramas medianas no hay ninguna piña que pueda considerarse como tal, así son de crueles y barriobajeras. Lo más difícil no era vislumbrar las piñas, ni olfatearlas, sino escucharlas. ¡Qué mal habladas eran! ¡Qué cosas decían! Siempre que el muchacho o su padre atrapaban una piña, ésta se deshacía en insultos e improperios contra sus captores. Tanto es así, que era preciso golpearla contra una piedra para destrozarle los piñones y evitar que pudiera articular algún sonido. De todas formas, no todas las piñas era tan ariscas; algunas eran amables, educadas y se hacían querer. Éstas eran y deben ser las más apreciadas por el cazador, pues son las que crepitan más gentilmente en el fogón. Pero, claro, el tiempo pasó, la Naturaleza siguió su curso y las piñas emigraron al Ártico para pasar el crudo invierno, lejos de la lluvia ácida y de la inviolabilidad de la correspondencia. El muchacho recordaba aquellas jornadas cinegéticas y añoraba a sus amigos, los piños piñoneros, miembros sin duda de la más elevada y encastada familia alucinógena. Las piñas, las piñas, amigo mío, se fueron para no volver. Se liberaron.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He seguido todo el relato de liberación y me ha sobrecogido no sabes cuanto.
Espeluznante y devastadora visión de personajes necios, egoistas e ingratos. Asusta encontrar algún paralelismo con la vida de uno mismo al leerlo.